En la época medieval las narraciones de tipo religioso tuvieron gran importancia debido a la profunda religiosidad popular a la que contribuyeron los monasterios. En Arenzana se ubicaron tres monasterios, uno en el término de Santa Marina, otro en Santa Lucía (lugar que ocupan las escuelas) y un tercero en la calle Las Rejas (la cual debe su nombre a las bonitas rejas que lo adornaban), que seguramente contribuyeron a la difusión de esta leyenda y que posteriormente se materializó, por medio de la cofradía de la Virgen de la Antigua, (siglo XV) en el himno cantado en su honor.
Años antes del movimiento monacal, el sometimiento musulmán en la zona del Najerilla (siglo VIII) obligó a que muchos hispanocristianos huyeran llevando consigo sus pertenencias y símbolos religiosos, o los escondieran en cuevas y bosques a la espera de un pronto regreso... que duró demasiado (hasta el siglo X no se completó la reconquista).
La leyenda de Nuestra Señora de la Antigua cuenta la aparición de una talla de la Virgen entre las jurisdicciones de Arenzana de Abajo y Tricio en el término de Lisbona, en una fuente rodeada de árboles y arbustos. La imagen había sido escondida en tiempos de los musulmanes para evitar que fuese dañada por éstos. La noticia corrió rápidamente por los dos pueblos y una gran muchedumbre fue a postrarse a sus pies para honrarla.
Pero la disputa surgió, ya que ambas localidades querían poseer la imagen para adorarla. La multitud ofreció sus rezos a la imagen implorando una solución. El milagro sucedió cuando la imagen torció su cuello hacia Arenzana. Desde ese momento la Virgen pasó a ser venerada en Arenzana de Abajo con el título de Nuestra Señora de la Antigua.